miércoles, 24 de septiembre de 2008

Sueca, tormenta de récord

Cinco de la tarde, Sueca. Los primeros truenos retumban entre las fincas de la localidad. Pronto el cielo se torna plomizo y la oscuridad se adueña de las calles que aún yacen mojadas de las lluvias de la mañana. Las farolas encendidas iluminan las primeras gotas que caen de la tormenta y poco a poco una densa cortina de precipitación engulle el lugar. Únicamente han pasado quince minutos cuando el agua rebosa por el alcantarillado y escala las aceras, son ya 44 milímetros de precipitación los caídos en apenas un cuarto de hora. Lo peor está por llegar. Cuando el reloj marca las seis de la tarde la lluvia sigue siendo realmente intensa y supera los 100 litros por metro cuadrado. La próxima media hora será realmente aterradora. En tan sólo treinta minutos transcurridos los observatorios recogen 80mm más y el agua en algunas calles ya supera el metro de altura inundando bajos y garajes. Aún faltaba por caer justo el doble de precipitación en los próximos noventa minutos, el panorama fue sobrecogedor. (Fotografía: Levante)
Así se podría narrar lo sucedido ayer en la localidad valenciana de Sueca. Llegada la noche el balance final dejaba la espectacular cifra de 326mm en poco más de tres horas, no obstante, aún siguió lloviendo hasta la medianoche con un acumulado final de 335mm. Sin lugar a dudas esta tormenta pasará a formar parte de la fenomenología como una de las más intensas acontecidas en la Península Ibérica. Nada tiene que envidiar a sistemas severos de América Central o Asia como son los huracanes o los monzones. El Huracán Ike dejó en Cuba valores de entre 160 y 200mm en veinticuatro horas, casi la mitad de lo caído en Sueca en tan sólo tres horas. Por otro lado, Gustav en Nicaragua aún contó con menor intensidad dejando en San José de Achuapa un acumulado de 74 litros por metro cuadrado. Con estos datos se observa que no hace falta viajar a estas zonas tropicales para ver registros de récord.
Lo cierto es que estos fenómenos son muy habituales en las costas orientales peninsulares, de hecho el año pasado ya ocurrió algo parecido en Beniarbeig con el consiguiente desbordamiento del barranco y la mayúscula catástrofe acontecida. En multitud de ocasiones aparecen estas tormentas que quedan literalmente enganchadas en un punto cercano a la costa retroalimentándose durante horas. En este caso el núcleo tormentoso alcanzó un desarrollo espectacular que se podía ver desde decenas de kilómetros. La anterior fotografía está realizada ayer a las 18.30 desde Aldaia, a 35 kilómetros de Sueca. En ella se observa una corona superior blanca iluminada por el sol, esta parte de la tormenta es la zona más alta del cumulonimbo y adquiere el nombre de yunque. Debajo de ésta se pueden observar una serie de nubes más oscuras, aún pequeños cúmulos en desarrollo que vienen a alimentar la tormenta principal provocando su regeneración y persistencia. Mientras el foco se desplazaba hacia el este continuamente surgían núcleos al oeste, tierra adentro, con lo que las lluvias intensas se sucedían una y otra vez sobre la Ribera, la Safor y Valldigna. Para finalizar, decir que estos fenómenos son tan habituales que se pueden repetir a lo largo de esta semana, eso sí, esperemos que con menor intensidad. Por tanto, cabe estar atentos a las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología y las recomendaciones de Protección Civil.

J.J Villena

sábado, 13 de septiembre de 2008

En el ojo del huracán Ike

Imagínense estar en el ojo de un huracán. Debe ser aterradora esa calma tensa entre momentos de destrucción, vientos que azotan a más de 200km/h e intensas lluvias que sin compasión avasallan la ciudad. Una tregua en la que se es consciente de que en breve volverá un segundo asalto que podría significar el golpe definitivo para las estructuras de los dañados edificios que aún se mantienen en pie. Instantes en los que lo único que acaba con el silencio ensordecedor son las hojas arrancadas de los árboles bailoteando sobre suelo firme resquebrajado. En este contexto se encuentran hoy en la ciudad de Houston, al sur de Estados Unidos.

Se han cumplido los peores augurios, el huracán Ike antes de tocar la costa se ha reforzado sobre aguas cálidas llegando de nuevo a contar con la categoría 3 en la escala de Saffir-Simpson. Las lluvias torrenciales son presentes en muchas zonas de la isla de Galveston afectando así barrios residenciales que son hogar de cerca de 300.000 habitantes. Antes ha pasado por las Bahamas, Haití o Cuba acabando con miles de hectáreas de cultivos y con efectos tanto personales como económicos devastadores. En Haití, los huracanes Ike, Gustav y Hanna han dejado una panorámica desoladora. Según Europa Press ya se han llegado a contabilizar en este país caribeño cerca de trescientas muertes y un millón de damnificados. Ahora la destrucción se ha desplazado a la costa sur de los EEUU y esta mañana el ojo del huracán ha pasado por el este de Houston, la ciudad más importante del Estado de Texas. En estos momentos los fuertes vientos y precipitaciones aún están afectando la zona, con lo que será en las próximas horas cuando se puedan evaluar los daños provocados por el destructivo fenómeno. Las observaciones y estudios realizados por el Centro Nacional de Huracanes de EEUU estiman que podrían ser 100.000 viviendas las afectadas por las inundaciones, con lo que esta tormenta se convertiría en la peor registrada en el último siglo en Texas. En las horas previas a la llegada del huracán se han evacuado cerca de 1’2 millones de personas a los lugares acondicionados para acoger a los afectados, no obstante, según informa la reconocida agencia de noticias europea, cerca de 40.000 se han negado a abandonarlas.

No se respira demasiado optimismo en los altos estamentos estadounidenses. El secretario de Seguridad Interna, Michael Chertoff, califica al huracán como “potencialmente catastrófico” y lo que se espera es que los primeros rayos del sol iluminen a un estado de Texas invadido por el caos. En cualquier caso Chertoff asegura que el Gobierno dispone de los elementos y métodos de actuación necesarios para afrontar los daños producidos por la tormenta. Lo cierto es que estamos ante uno de aquellos momentos en los que el hombre se empequeñece ante la fuerza de la naturaleza, únicamente cabe dejarla actuar y esperar a que sea lo más benévola posible.
J.J Villena

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Conocer, pensar, reflexionar...

Embarquémonos en un viaje a miles de metros de altura sin avión, helicóptero o paracaídas, únicamente con nuestros brazos extendidos, nuestros ojos abiertos y utilizando aquella imaginación que creímos haber perdido hace años. Abran bien los ojos, estamos entre las nubes más potentes y majestuosas, los cumulonimbos.
En ocasiones no entiendo por qué adquieren el nombre de tormenta. Qué descabellado resulta asociar el encanto de un esponjoso blanco, de una visión tan próxima a la libertad, al lugar de ensueño, a un concepto tan temido por muchos y amado por tan pocos.


Cuan cruel fue aquel que decidió asociar lo tormentoso con lo vil y desdeñable. Pero quizás estar atormentado a partir de hoy adquiera un nuevo significado. No será algo negativo, un concepto que conlleve pesimismo y malestar. Ahora vemos que sobre la base oscura y el intenso aguacero hay cielo azul y limpio, blanco puro e inocente.


Todo llega, todo pasa, pero incluso lo que más puede atemorizarnos tiene una parte bella que debemos conocer. Lo malo conlleva experiencia, crecimiento y superación. Incluso lo más oscuro, ruidoso y atronador puede contener una belleza insuperable.

J.J Villena

lunes, 1 de septiembre de 2008

Operarios de montaña

Un agosto sin incendios era el titular de un pequeño despiece que aparecía en la portada del periódico Las Provincias el pasado fin de semana. Lo cierto es que su tamaño no cuadra con su especial relevancia, sobre todo teniendo en cuenta los tórridos veranos que en la última década tuvimos y que costaron la vida de miles de hectáreas de bosque en nuestra Comunidad. Aún quedan en mi recuerdo las montañas de Buñol ardiendo realmente cerca de unas urbanizaciones que agonizaban ante el peligro de las grandes llamas, ese día me encontraba a pocos kilómetros de allí y es una instantánea difícil de borrar. Fue un verano que se tornó rojo y negro en reprimenda del tan deseado azul y verde esperanza.


El periodista Alberto Martínez aprovechaba su espacio dominical en el diario para comentar el debido mérito que tienen las arduas tareas de los operarios que pasan horas aguardando la armonía de los bosques. El pasado mes de julio, aprovechando el paréntesis estival, me decidí a visitar junto a unos amigos algunos parques naturales protegidos. Una de nuestras salidas fue el Maestrazgo de Castellón, un lugar a priori escondido pero que aguarda un paisaje impresionante. Tras pasar un par de puertos de montaña que sirven de telón de preciosos bosques de grandes pinos y verdes explanadas llegamos al pico Penyagolosa, uno de los techos más emblemáticos de la Comunidad. Cuan grande fue la sorpresa al encontrar justo en la cima, tras superar varios kilómetros de escarpada montaña y densa niebla, a una de estas mujeres que tras el nombre de guardabosques pasan días en las antípodas del cielo valenciano. Vivía en una pequeña cabaña, de apenas unos diez metros cuadrados, con la compañía de un humilde televisor en blanco y negro y una radio que constantemente con voces entrecortadas comentaba la situación desde los otros puestos de vigía.



Justo en ese momento, divisando una bella panorámica de varios kilómetros a la redonda, descubrí la dedicación de estas personas que invierten su tiempo lejos de la civilización en pro de la salud de los bosques. Gracias a ellos hoy se conservan muchos de estos parajes y quizás en parte por su labor se ha reducido de forma apreciable este verano el número de zonas afectadas por las llamas. Los datos son clarificadores, en el artículo se comenta que desde julio se han quemado 116 hectáreas en los montes valencianos, 70 de las cuales se deben al incendio que acabó con la zona boscosa de Ayora. También han contribuido la escasez de días con viento seco de componente oeste y las lluvias primaverales, de todos modos ya era hora que la naturaleza extendiera su brazo a favor de la causa.

J.J Villena