Embarquémonos en un viaje a miles de metros de altura sin avión, helicóptero o paracaídas, únicamente con nuestros brazos extendidos, nuestros ojos abiertos y utilizando aquella imaginación que creímos haber perdido hace años. Abran bien los ojos, estamos entre las nubes más potentes y majestuosas, los cumulonimbos.
En ocasiones no entiendo por qué adquieren el nombre de tormenta. Qué descabellado resulta asociar el encanto de un esponjoso blanco, de una visión tan próxima a la libertad, al lugar de ensueño, a un concepto tan temido por muchos y amado por tan pocos.
Cuan cruel fue aquel que decidió asociar lo tormentoso con lo vil y desdeñable. Pero quizás estar atormentado a partir de hoy adquiera un nuevo significado. No será algo negativo, un concepto que conlleve pesimismo y malestar. Ahora vemos que sobre la base oscura y el intenso aguacero hay cielo azul y limpio, blanco puro e inocente.
Todo llega, todo pasa, pero incluso lo que más puede atemorizarnos tiene una parte bella que debemos conocer. Lo malo conlleva experiencia, crecimiento y superación. Incluso lo más oscuro, ruidoso y atronador puede contener una belleza insuperable.
J.J Villena
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