lunes, 1 de septiembre de 2008

Operarios de montaña

Un agosto sin incendios era el titular de un pequeño despiece que aparecía en la portada del periódico Las Provincias el pasado fin de semana. Lo cierto es que su tamaño no cuadra con su especial relevancia, sobre todo teniendo en cuenta los tórridos veranos que en la última década tuvimos y que costaron la vida de miles de hectáreas de bosque en nuestra Comunidad. Aún quedan en mi recuerdo las montañas de Buñol ardiendo realmente cerca de unas urbanizaciones que agonizaban ante el peligro de las grandes llamas, ese día me encontraba a pocos kilómetros de allí y es una instantánea difícil de borrar. Fue un verano que se tornó rojo y negro en reprimenda del tan deseado azul y verde esperanza.


El periodista Alberto Martínez aprovechaba su espacio dominical en el diario para comentar el debido mérito que tienen las arduas tareas de los operarios que pasan horas aguardando la armonía de los bosques. El pasado mes de julio, aprovechando el paréntesis estival, me decidí a visitar junto a unos amigos algunos parques naturales protegidos. Una de nuestras salidas fue el Maestrazgo de Castellón, un lugar a priori escondido pero que aguarda un paisaje impresionante. Tras pasar un par de puertos de montaña que sirven de telón de preciosos bosques de grandes pinos y verdes explanadas llegamos al pico Penyagolosa, uno de los techos más emblemáticos de la Comunidad. Cuan grande fue la sorpresa al encontrar justo en la cima, tras superar varios kilómetros de escarpada montaña y densa niebla, a una de estas mujeres que tras el nombre de guardabosques pasan días en las antípodas del cielo valenciano. Vivía en una pequeña cabaña, de apenas unos diez metros cuadrados, con la compañía de un humilde televisor en blanco y negro y una radio que constantemente con voces entrecortadas comentaba la situación desde los otros puestos de vigía.



Justo en ese momento, divisando una bella panorámica de varios kilómetros a la redonda, descubrí la dedicación de estas personas que invierten su tiempo lejos de la civilización en pro de la salud de los bosques. Gracias a ellos hoy se conservan muchos de estos parajes y quizás en parte por su labor se ha reducido de forma apreciable este verano el número de zonas afectadas por las llamas. Los datos son clarificadores, en el artículo se comenta que desde julio se han quemado 116 hectáreas en los montes valencianos, 70 de las cuales se deben al incendio que acabó con la zona boscosa de Ayora. También han contribuido la escasez de días con viento seco de componente oeste y las lluvias primaverales, de todos modos ya era hora que la naturaleza extendiera su brazo a favor de la causa.

J.J Villena

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